miércoles, 3 de septiembre de 2008

EL MURALISMO MEXICANO

EL MURALISMO

El golpe en Cananea. Siquieros

La imagen, como medio efectivo de información, está impresa en el arte desde los tiempos más remotos. Así encontramos las pinturas dentro de los edificios griegos, los murales egipcios, los frescos aún vivos de Pompeya, las multicolores paredes de las catedrales europeas, pasando por los enormes murales aztecas, hasta los frescos que conocemos hoy (inclusive los graffitis) elaborados por artistas más recientes, por citar sólo algunos de los muchos ejemplos que existen, donde la imagen da fe de un momento histórico; como una fotografía, la imagen capta en el gran formato del mural un momento que nos da cuenta de la existencia de otras culturas, de la situación de un lugar o la visión de la realidad que sobre determinado momento cultural, histórico, político de la humanidad.

Como la crónica de una noticia, como un cuento sin parlamento, en el mural se narran trozos de la vida del hombre, en su paso por la Tierra. Recordemos la enorme columna de Trajano, donde todos los romanos y visitantes de tantos lugares podían “ver” sus hazañas, triunfos y conquistas, en fin, de la historia de Trajano y de la misma Roma. La imagen trasciende y la historia queda grabada por muchos años. Además de informar, la columna funcionó como elemento de respeto, temor y admiración hacia el héroe, no sólo por parte de sus coterráneos, sino también de sus enemigos. Afirmamos que es otro de los papeles del arte realizado en gran formato: informar a muchos, sin distinción de clases, sin importar si sabía leer o no, sin separación de raza u origen. Es el arte para las masas, para educar, crear conciencia, dar ejemplo y/o denunciar. Así que la respuesta de muchos momentos históricos fue el mural, el gran formato y la gran columna.

En América, específicamente en México, a través de la observación de los murales mexicanos, podemos reconstruir algunos de los acontecimientos del antiguo pueblo azteca, apreciar los colores y las figuras que forman parte de la vida pasada y su vigencia el México contemporáneo. Con la llegada del español, la expresión del pueblo se transformó, trasladándose del mural a la hoja de papel o al lienzo, de la mano de escribas o de cronistas nativos y extranjeros, perdiendo un poco la riqueza del colorido y función, por un tiempo.




José Clemente Orozco. Zapata.

La historia, nuestra historia, en imágenes coloridas, plasmada en enormes paredes por donde diariamente transitan generaciones de seres humanos, que se niegan a repetir esa parte de la historia terrible que a todos los americanos nos tocó vivir. Que aún nos toca, mientras la necesidad de equidad, paz, búsqueda del origen y de felicidad nos impulse a continuar, a no rendirnos ante los líderes egoístas, que no pueden ser líderes de nada racional ni verdadero, es decir, que son contrarios al pensamiento americano y al sentido racional humano.


César Rengifo: El éxodo


EL MURALISMO MEXICANO

El Muralismo es un movimiento artístico de carácter indigenista, que surge tras la Revolución Mexicana de 1910 de acuerdo con un programa destinado a socializar el arte, y que rechaza la pintura tradicional de caballete, así como cualquier otra obra procedente de los círculos intelectuales.

El agitador. Diego Rivera

Propone la producción de obras monumentales para el pueblo en las que se retrata la realidad mexicana, las luchas sociales y otros aspectos de su historia. El muralismo mexicano fue uno de los fenómenos más decisivos de la plástica contemporánea iberoamericana y sus principales protagonistas fueron Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros. A partir de 1930 el movimiento se internacionalizó y se extendió a otros países de América.

El impulsor de este movimiento fue José Vasconcelos, filósofo y primer secretario de Educación Pública de México quien, tras la Revolución, pidió a un grupo de artistas jóvenes revolucionarios que plasmaran en los muros de la Escuela Nacional Preparatoria de la ciudad de México la imagen de la voluntad nacional.

Los artistas tenían total libertad para elegir los temas y mostrar un mundo nuevo sobre las ruinas, la enfermedad y la crisis política surgida tras la Revolución. Influidos por el rico pasado precolombino y colonial, los muralistas desarrollaron un arte monumental y público, de inspiración tradicional y popular, que ponía fin al academicismo reinante, exaltando su cultura y origen precortesiano.

En la práctica, el indigenismo tomó varios cauces. Por un lado está la concepción histórica de Diego Rivera: descripción minuciosa de una idílica vida cotidiana antes de la llegada de los españoles. Por otro, la de José Clemente Orozco, que integra las culturas indígenas en el contexto de una religiosidad violenta; su obra épica la realizó con suficiente ironía, amargura y agresividad como para encarnar una imagen verdadera y convincente del mundo moderno, con su despiadada lucha de clases, teniendo como tema obsesionante el del hombre explotado, engañado y envilecido por el hombre. Sólo David Alfaro Siqueiros se interesó por acercar a la pintura moderna los valores plásticos de los objetos prehispánicos.

El muralismo se desarrolló e integró fundamentalmente en los edificios públicos y en la arquitectura virreinal. Los muralistas se convirtieron en cronistas de la historia mexicana y del sentimiento nacionalista, desde la antigüedad hasta el momento actual. La figura humana y el color se convierten en los verdaderos protagonistas de la pintura. En cuanto a la técnica, redescubrieron el empleo del fresco y de la encáustica, y utilizaron nuevos materiales y procedimientos que aseguraban larga vida a las obras realizadas en el exterior.

El introductor de nuevas técnicas y materiales fue Siqueiros, que empleó como pigmento pintura de automóviles (piroxilina) y cemento coloreado con pistola de aire; Rivera, Orozco y Juan O’Gorman emplearon también mosaicos en losas precoladas, mientras que Pablo O’Higgins utilizó losetas quemadas a temperaturas muy altas. Las investigaciones técnicas llevaron también al empleo de bastidores de acero revestidos de alambre y metal desplegado, capaces de sostener varias capas de cemento, cal y arena o polvo de mármol, de unos tres centímetros de espesor.

Desde 1922 hasta nuestros días no se han dejado de hacer murales en México, lo que prueba el éxito y la fuerza del movimiento. En la década de 1930, la internacionalización del muralismo se extendió a Argentina, Perú y Brasil, y fue adoptado incluso por Estados Unidos en algunos de sus edificios públicos.

Consultar los siguientes enlaces para tener presente en su informe:

http://rapidshare.com/files/371295538/MURALISMO_MEXICANO_Y_LITERATURA_LATINOAMERICANA.doc.html

http://rapidshare.com/files/371296009/El_Movimiento_Muralista_Mexicano.doc.html


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